martes, 24 de febrero de 2015

Mi alma perdida

Hoy no planeo quejarme de lo complicada que se pone mi vida de vez en cuando. Hoy he venido a decir que encontré una parte de mi alma perdida y que me siento al fin completa.

Y no, no se trata de hallar al amor de tu vida (ese que suele durar  algunos meses), sino que hallé a uno que planea quedarse conmigo el resto de mi vida (y digo 'mi vida' porque la suya -Dios lo permita- será aún más larga).

Se trata de esos amores especiales. Esos que te quitan el aliento, pero que al mismo tiempo te permiten respirar más, vivir más y mejor.

Yo me enamoré desde que lo vi ese 25 de diciembre entrar por aquella puerta blanca y desde entonces no hay día en que nos hayamos separado.

Sí, hablo de mi pequeño dinosaurio Gabriel ('Gabisaurus chupadedus', como le puse yo). De nadie más podría hablar con ese nudito en la garganta que tengo ahora. Porque solo él puede tener mi alma en un hilo y hacerme tan feliz, tan completa.

La vida como mamá es intensa, cansada y con días que parecen nunca acabar. No diré que es fácil, ni negaré mis terribles momentos de angustia y estrés. Pero he aprendido a ser feliz con ello. Y es que entendí que todo mal día puede verse opacado por su tierna sonrisa, que esos dientesitos de conejo me terminan por cambiar la perspectiva y que cuando me besa ya no hay nada más que hacer: Me rindo ante sus encantos.