Algunos días después, ambos personajes se enfrascaron en una conversación cibernética por algunos minutos. Él por su lado, intentó hacerla sentir la persona menos amada de este mundo y ella le hizo creer que eso era lo menos que le importaba. Mentía. Claro que le dolía el que ahora él la mirara con indiferencia, el haber perdido su amistad por algo que quizá nunca debió pasar. Sin embargo, ambos prometieron intentar volver a ser los amigos que fueron antes. Ella quizá dio todo de sí, él parecía haber olvidado la promesa en sólo minutos.
-¿Por qué me odias? ¿Acaso te hice algo malo?
-No. Es que no sé qué me pasa. No puedo ser contigo como era antes. Siento algo extraño que me hace ser así aunque no lo desee.
-No se trata de eso. Se trata de saber que hay algo más importante: nuestra amistad. ¿Tanto es el sacrificio?
-Al parecer sí.
-Sólo quiero que sepas que te quiero mucho. No olvides eso.
-Yo también te quiero aunque no lo pueda demostrar...
Al día siguiente de tan minúscula conversación, ambos volvieron a verse. Ella intentó hablarle, pero lo oyó hablando de alguna muchacha de la que en algún momento estuvo enamorado (o que quizá aún lo está). Retrocedió sin decir media palabra y prefirió alejarse. Su nombre se hacía más común en las conversaciones cotidianas. No había momento en que él no la nombrara y no había momento en que ella no lo odiara cada vez más.
De regreso a casa estuvo pensando en todo lo que había pasado. En las promesas no cumplidas. En las palabras dichas. En las confesiones de amores que ella creía ya se habían extinguido. Ahora sabía que eso ya tenía que terminarse. Que ya no podía pensar en él como una posibilidad de nada. Que lo único que podía hacer era desearle suerte con quien viniera detrás de ella.
Un tumulto de respuestas vino sobre sí sin que se percatará. Habían llegado o quizá siempre estuvieron allí. "Esto ya no tiene sentido. No es lo que yo quería. Ya no intentaré nada más", se dijo en silencio. La historia, al parecer, había terminado.