martes, 26 de mayo de 2009

No me mires


Aquél ser extraño me miró a los ojos y me hizo temblar. Sentí cómo intentaba despojarme de mi alma y apoderarse de ella. Sentí cómo sus manos se adentraban bajo mis ropas e intentaban tocarme el corazón. Lo observé temerosa y sólo atiné a cerrar los ojos. Respiré profundamente y me esforcé por esconder mi miedo. Creo que no lo logré.

Nuevamente él se aproximó y me susurró al oído una frase que no entendí: no me mires. Yo mantuve mis ojos cerrados, pero intentaba imaginarme quién era, que quería hacer, por qué lo hacía. Quizá después todas mis preguntas serían respondidas.

De pronto, sentí como mi cuerpo empezaba a adormecerse con el rozar de sus manos. Qué me sucede, me pregunte hacia mis adentros. Me recostó sobre una manta caliente y empezó a desnudarme. Yo ya no estaba en mí, quizá empecé a volar en mis pensamientos, no lo sé. Entonces, sentí sus dedos intentando dibujar mis formas de una manera singular. Me dio un beso en la mejilla y volvió a decirme no me mires. De pronto, sentí una lluvia de rosas sobre mi piel desnuda, empecé acurrucarme en su pecho y él me abrazó tiernamente.

Sólo sentí una piel calentita rosando la mía. Sentí un amor por alguien a quien no podía, o mejor dicho, no debía mirar. Protéjela, cuida a mi estrella y no permitas que su brillo se esfume. Permítele ver en mi alma el amor que tuve guardado para ella, dijo haciendo una cruz en mi frente. Sentí su mirada estremecerme.

Sonó una campana suavemente, me levanté sobresaltada, y él ya no estaba. Tenía un bandeja con el desayuno a los pies de mi cama, me acerqué y vi una nota que decía:
"Perdóname por no poder quedarme para ver lo hermosa que te veías al levantarte. Perdóname por no querer que me mires, deseaba que sólo sintieras mi esencia ahí, a tu lado. No te preocupes, yo volveré a velar tus sueños todas las noches. Yo volveré por ti las noches que sean necesarias hasta que sepa que estás bien. Pero prométeme algo: promete que cerrarás los ojos así como esta noche. Simplemente, no me mires... sólo siénteme.

lunes, 25 de mayo de 2009

Y lloré...



Lo miraba desde mi ventana creyendo que vendría a mí otra vez. Él me miró con sus grandes ojos marrones y sonrió sutilmente haciéndome creer que volvería por mí en la noche. No regresó nunca más.
Lloré toda la madrugada, lloré como una niña por su juguete más preciado. Él no regresó. Me dejó sola ésa y muchas noches más. Me dejó en mi cuarto rebosante de soledad. Me dejó como aquel oso de peluche que me regaló alguna vez: con el corazón en las manos y los ojos melancólicos.
Yo lo amaba y soñé con que vendría por mí; soñé con que vendría a llevarme a su lado. Me olvidó quizá, no lo sé; de lo único que estoy segura es que ya no vendrá.
Ya no se posaba esa sonrisa en mis labios. Ya no habían esas ganas de volver a nacer cada día. Ya no había esa energía que sólo él me brindaba. Ya no había nada.
Seguí llorando. Lloré toda la vida. Me ahogué en mi llanto y aún así él no volvió. Me dejó desprotegida. Me dejó sentada junto a su amor. Me dejó en una noche de lluvia de lágrimas, me dejó en una noche de luna escarlata, me dejó en una noche maldita que jamás olvidé y por la que fui muriendo día tras día....>>

Soy la mujer...


Soy la mujer más fuerte si me das tu mano y prometes estar a mi lado.
Soy la mujer más sensible cuando oigo tus palabras de amor.
Soy la mujer más sencilla si me halagas de las mil formas que sabes hacerlo.
Soy la mujer más bella si me dices que para ti lo soy.
Soy la mujer más humilde si me enseñas que serlo me hace una mejor persona.
Soy la mujer más gritona si tengo que decirte "te amo" delante de todo el mundo.
Soy la mujer más valiente si estás conmigo siempre.
Soy la mujer más triste si me dices que no quieres seguir a mi lado.
Soy la mujer más melancólica si sólo me quedo con cartas tuyas y las experiencias te las llevas tú.
Soy la mujer más enérgica si veo tu rostro todas las mañanas y sé que aún estás ahí.
.... Soy la mujer más feliz de este mundo si prometes estar conmigo toda la vida y lo cumples.

viernes, 8 de mayo de 2009

A través de mi ventana


Cómo es que pueden haber diferentes realidades en un mismo país, cómo podemos ser tan indiferentes con los demás, cómo podemos mirarnos las caras y creer a veces que esa otra persona no merece nada, ni siquiera vivir.

 Es domingo y quedé en salir con mi hermana y mi mejor amiga del colegio. Nos citamos a la una de la tarde en Miraflores. Abordamos el bus poco antes del mediodía, subimos presurosas ya que era un poco tarde. Desde mi abordo presentí algo extraño. Hallamos asientos desocupados y nos apuramos para llegar a ellos.

 Miro a través de la ventana como siempre, me gusta hacerlo – desde que tengo uso de razón- porque puedo darme cuenta de que la realidad es distinta en cada lugar por donde paso. Me llaman la atención los carteles, las tiendas, pero sobre todo cómo llego a mi destino, por si me pierdo, al menos sé cómo regresar.

 El bus se detiene y sube un joven de aproximadamente 20 años, dice ser un estudiante que trabaja para comprar los materiales que necesita para hacer sus trabajos en la universidad. Entiendo lo que debe pasar, estudio en una del estado y sé de las deficiencias materiales que hay, no sólo ahí sino también en los estudiantes. Le compro dos caramelos y lo miro amablemente. No podía serle indiferente como sí lo fueron varias de las personas a las que les ofreció sus golosinas. Pienso en él y dentro de mí rezo porque todo mejore (aprendí que es bueno hacerlo, ayuda mucho).

 Han pasado treinta minutos, mi hermana se quedó dormida y el carro está algo lleno. Hay una señorita muy bien arreglada casi a mi lado que trae unos fólderes al parecer pesados, opto por ayudarla y ella me lo agradece.

 Más o menos por la avenida Pizarro el bus otra vez se queda algo vacío, mi hermana se despierta, se limpia los ojos y empieza a mirar junto conmigo por la ventana.
 Ya en la avenida Tacna, sube una niña con ropa muy gastada, de un lindo rostro y de sonrisa encantadora. 

Dice que sabe bailar y cantar, dejo de mirar por la ventana y me concentro en ella. Empieza su presentación, baila de una manera muy chistosa y sin darme cuenta me saca una sonrisa; mi hermanita sonríe también y empieza a sacar una moneda de su bolsillo. Me dice que no tiene mucho dinero, pero le quiere dar algo porque seguro no tiene qué comer. La miro con ternura y pienso en cómo una niña de su edad puede tener más bondad que todos los del bus juntos.
Sigo mirando a la calle y veo a los ambulantes que van uno tras de otro ofreciendo sus productos, sólo en el paradero se le acercaron 3 vendedores a una misma persona. El trabajo es escaso, de eso no cabe duda.

 Ya en la siguiente avenida el bus se detiene por unos 2 minutos. Una policía lo detuvo por cometer una infracción. Es entonces cuando veo que un hombre delgado de aspecto no confiable se acerca sigilosamente a una dama – muy bien arreglada- y le arranca de las manos su monedero. El hombre se va lentamente como si nada hubiera pasado y la gente que vio el suceso optó por no hacer nada.

 El carro avanza, pero yo no me puedo quitar la imagen de ladrón de mi mente. Pienso en él y el porqué de su actuar, por qué robar teniendo manos y piernas para trabajar como los demás. Primero lo maldigo, pero después me doy cuenta de que quizá no tuvo otra opción, de que quizá ese es el mundo en el que le tocó vivir, el mundo donde los injustos ganan y los justos son juzgados, donde no se vive, se sobrevive.

 Cerca a la avenida Camino Real empiezo a ver cosas distintas. Las calles están adornadas de enormes árboles, hermosos jardines y lindos rosales. Los edificios ya no son descoloridos ni están por derrumbarse como en los lugares anteriores por donde pasé. Estos son enormes, hermosos y basta ver el estacionamiento para darse cuenta de que la gente que vive dentro ya tiene otro nivel social. La gente tiene mejor apariencia, pero no todas tienen también al mismo tiempo un mejor corazón.

 Mi hermana me habla de que le gustaría tener una “casota” así y un carro convertible, yo la miro, sonrío y le digo que estudie mucho si quiere vivir de una mejor manera, ella mueve la cabeza.

 Ya estamos en la avenida Santa Cruz y la vista exterior es la misma, casas lujosas, autos último modelo, niños con niñeras en sus bicicletas y hombres de trajes elegantes caminando presurosamente.

 Ese lado del mundo es distinto – porque ese pedacito es un pequeño mundo- cada rostro se ve más tranquilo, más seguro. Al otro lado, las personas caminan con miedo a ser interceptadas por algún ladrón y otras se ganan la vida vendiendo en las calles para poder llevar un pan a su hogar. La inseguridad abunda tanto como la pobreza.
Lima tiene dos partes: la del dinero, el trabajo y la seguridad y la de la pobreza y la inseguridad. Qué podemos hacer para unirlas y hacer que sea mejor. Simplemente dejando nuestra indiferencia y egoísmo a un lado y extendiéndole la mano al que la necesita de verdad.
"No dejemos que esas personas se sientan solas, hagámosles saber que estamos ahí para ellos, hagámosles saber que Dios existe."

domingo, 3 de mayo de 2009

Lo que siempre esperé...


Su mirada refleja mucho más de que él quiere mostrar. Tiene los ojos más lindos y profundos que he podido ver. Adoro la suavidad de su frente, de sus mejillas. 
Tiene labios color carmín, suaves, delgados y únicos. Y qué decir de su sutil sonrisa, de esa sonrisa capaz de hacerme temblar, capaz de hacerme sonreír aunque una lágrima esté cayendo por mis mejillas. 

Ese lunar en el cuello es impactante, oscuro como sus ojos y tan notorio como su bondad y auntenticidad. Su pecho protector, lleno de calor de amor, lleno de ese todo que quiero sentir. 
Esos brazos prestos a darme el abrazo perfecto cuando me siento caer, calientes cuando tengo frío. Sus manos grandes y suaves son esas a las que quiero estar sujeta toda mi vida, son las quiero tocar como amuleto para tener un buen día. Su cintura contorneada, exactamente del tamaño de mis brazos, como hecha para ser abrazada por mí. Sólo por mí. 
Sus piernas fuertes y preparadas para caminar conmigo todo lo que falta por recorrer. Todo eso que ambos queremos andar. Sus pies firmes al caminar, listos para nuestra carrera de amor.

Tiene el corazón más grande del mundo. Ese corazón capaz de darme todo ese amor que necesito para sentirme bien, para sentirme protejida. Este ser único tiene esa tranquilidad que necesito en mis días angustiosos, en mis días de adrenalina. Y tiene también esa energía para mis momentos de cansancio, de aburrimiento. 

Tiene cada una de las cosas que me hacen falta. Tiene amor para darme, tiene calma para entenderme, tiene silencio para cuando quiera hablar solo yo, tiene risas para cuando necesito oírlas y tiene esos besos llenos de vida que hacen que quiera levantame cada día y siga luchando.

Para mí chico perfecto. Ese que esperé toda la vida, que encontré y jamás dejaré ir.

Por ellos...


Su vida se había convertido en ese lugar al que ella ya estaba cansada de regresar. Era cansada, lenta, sin emoción. Sólo esas dos luces que fue capaz de concebir con amor fueron las que la levantaban por las mañanas con ganas de luchar un día más. La animaban a seguir adelante, a dar todo de sí por ser feliz con ellos. Estaba descuidada, delgada, casi sola. No se hallaba en ese lugar al que empezó a pertenecer hace ya bastantes años: su hogar. 

Empezaba a desacostumbrarse a él, a querer huir de ahí, quería gritar con todas sus fuerzas y así liberarse de ese rencor que empezaba a sentir por quien en un principio amó. Ese complemento de su vida ahora se convertía en la pieza de un nuevo rompecabezas que ella no sabía armar. Él se convertía en ese algo ajeno a su vida, ajeno a su alma, ajeno a su amor. 

Ella lo esperaba con emoción en un inicio, ahora sólo quería que estuviera allí para sentirse pro tejida. Ahora esperaba a ese amor que cree algún día encontrará, ese amor que necesita para sentir que su vida está completa, ese gran amor que toda mujer quiere encontrar como regalo a su entregada vida. Ella se lo merece. Merece a ese hombre capaz de amarla con sus defectos y virtudes, que la respete como mujer y como madre, que ilumine su mirada todas las mañanas con una palabra de amor, que le llene el alma de alegría y comparta más que gritos y quejas. 

La soledad entraba a su casa cada mañana y se apoderaba de su alma día con día, año con año. Ella abrazaba fuertemente a sus hijos y se llenaba de fuerzas para luchar contra ella. Miraba ellos como se reían y ella sonreía también; renegaba a veces, pero su amor de madre no permitía que eso manejara su vida. Esa mujer de carácter fuerte y de alma sensible estaba a punto de dejar ir todo, pero pensaba en esas luces de vida y regresaba a la realidad junto con ellos. Jamás los dejaría solos, porque ella puede dejar a ese hombre que la lastima y la quiere amilanar, pero jamás dejaría su vida en esa casa, a sus vidas, a sus dos grandes amores: sus hijos. 

Para mi tía Lilly, una de las mujeres más valientes que he conocido. Te quiero mucho!