domingo, 12 de diciembre de 2010

Mentiroso.. mentiroso


Había visto esa expresión en otro momento. Sí! En el espejo. A mí también alguna vez me dijeron: Debemos darnos un tiempo. Frase lapidaria si eres la clásica chica enamorada del que crees es el príncipe azul. Esa frase retumbó en mi cabeza unas mil veces durante toda la noche.

Imagino que a ella la hizo sentir tanto peor. ¿Qué haces en estos casos? ¿Llorar como una Magdalena o resignarte a que ya perdiste en el desastroso juego del amor? Yo me decidí por lo primero. Sí. Me la pasé dos noches seguidas recordando lo bien que la pasaba con él, pero al final siempre recordaba la odiosa frasesita y me ponía a llorar. ¡Qué drama!

Es por eso que ahora entiendo lo que ella siente. Es por eso que entiendo esas ganas de querer tirarse del precipicio gritando: Yo sí te amo! (eso fue una exageración.. aunque raras veces suele ser verdad) Es que sí es cierto que en esos momentos en que una está en depresión total hasta las ganas de comer se te quitan y nadie te puede decir nada porque lloras por todo.

Y la peor parte viene cuando te enteras de que el infeliz no tenia tiempo para SU relación (osea la tuya y la de él), pero si para la SUYA (la de él con la maldita que no sabe que la relación es de dos y no de tres). Y entonces ahí vienen las lamentaciones. ¿Cómo pude creerle? ¿Como pudo ser tan mentiroso?¿Porque no se muere de una vez?. Lo siento, esa última es algo que también nos preguntamos cuando atrapamos al "mentiroso".

Y es que darte cuenta de que esa persona que decía quererte es la persona más mentirosa de este mundo duele. Y aún más cuando justo fuiste tú la cojuda que se mandó con la declaración de amor más cursi con canción incluida. Sí que duele.

Creo que lo positivo de todo este drama telenovelezco es que una adquiere experiencias en lo que al amor respecta. Sí. En adelante una sabe detectar cuándo es que el "mentiroso" -porque ya tiene el sello en la frente- empieza a cambiar su forma de ser. Ya sabes que ese floro de "no tengo tiempo de verte porque tengo que estudiar" es más falso que un billete de treinta soles. No puede haber más falso que eso.

Una vez que hablé con ella y le conté mi triste historia ella entendió al fin lo que realmente significaba esa terrible frase. Y es que no es más que "Soy tan cobarde que no me atrevo a terminarte y te pido un tiempo para que tu misma te des cuenta de que lo mejor es terminar". Que alguien me diga si eso no es del más cobarde de todos.

No digo que todos lo hombres son una basura como dice esa popular canción. Pero de que hay basuritas en este mundo y bien cerca de mujeres que buscan encontrar el amor rapidito nomás, sí que las hay. Y no soy la única que se ha topado con uno de esos.

Una siempre quiere que la relación dure toda la vida y quién no. Una quiere que el flamante enamorado le traiga una rosa algún día, le componga un simple canción o la lleve a un lugar estupendo a cenar. Stop! Regresemos a la realidad. Eso no sucede (al menos no muy a menudo que digamos).

Entonces debemos conformarnos con el "mentiroso"? No!. Claro que no. Siempre hay un chico sincero esperando por una. O quizá el mismo mentiroso de antes arrepentido por el mal que hizo. Sí. También me topé con uno así y ahora tengo una súper relación de casi cinco años con él.
Entonces ahí se rompe ese dicho de que" el mentiroso siempre será mentiroso". No siempre es así. Hay de los que a la larga saben reconocer sus errores y entienden que ser tan falso nunca trae nada bueno. Yo creo que él sí lo entendió y me lo hizo entender a mí también.

Años después del terrible acontecimiento -porque sí que lo fue- puedo decir que no hay que creer que todo es perfecto en una relación. A veces vemos una cáscara bien cuidadita, pero no sabemos si esa fruta por dentro se está pudriendo. Así que hay que estar alertas. Como reza ese conocido refrán: Mujer prevenida vale por dos. Y a veces hasta por tres. (:

martes, 23 de noviembre de 2010

Un recuerdo de ese amor...


Estaba a punto de tomar mi almohada de estrella entre mis manos cuando de repente un tumulto de ideas vino a mi mente. Me di media vuelta y quedé mirando fijamente una muñeca que me había regalado mi papá años atrás. La llamaba Francis – sí, extraño nombre para una muñeca-.
Quizá las cosas serían diferentes si él aún estuviera a mi lado. Quizá mis momentos débiles él los hubiera fortalecido con sencillas palabras. Quizá ahora podría obtener un abrazo cada cinco minutos con sólo pedirlo. Quizá.

Esa muñeca con la que jugaba de niña significaba mucho para mí. No sólo por el hecho de ser la más linda que tuve, sino también porque fue uno de los pocos juguetes que me dio mi papá. Él siempre me decía que eran mucho más importantes los estudios y que ya habría otro momento para dedicarse al juego. En realidad esos momentos no llegaron muy seguido que digamos.

Recuerdo que un día llegó de trabajar muy tarde. Justo horas antes de mi cumpleaños. Yo salí raudamente de mi dormitorio y fui a abrazarlo como siempre. Todo era normal hasta que noté una caja que escondía en sus espaldas. Lo miré casi sonriendo y esperé a que él me la diera. Una vez en mis manos ya no pude contener mis ansias.

Puse el regalo sobre la mesa y destrocé el papel como pude para sacar lo más pronto posible a mi muñeca – a quien después llamaría hija – del encierro. Todo terminó cuando la tuve entre mis brazos. Era la sensación más grandiosa que pude haber tenido. Era la más linda que yo había visto. Y es que papá y yo casi siempre hemos tenido los mismos gustos.

Francis tenía el cabello marrón (no me gustan las de cabello rubio), tenía unos ojos celestes y unas mejillas sonrojadas que realzaban aún más esa leve sonrisa que traía en los labios. Para mí era la mejor.

Y es que para una niña de ocho años, una muñeca deja de ser una “simple muñeca” para convertirse en “su hija”. Y sí, Francis se convirtió en mi hija. Yo la bañaba, la peinaba, le echaba mi mejor perfume – antes de que mi mamá me gritara por desperdiciarlo jaja -, y le ponía lindos vestidos.

Ahora, a mis veintiún años, esa muñeca es una de las miles muestras de afecto que recibí de mi papá. Es mi trofeo de niña. El trofeo de cuando le gané a la madurez de mi papá y logré hacer que conociera su lado infantil. Ese lado que también había quedado suspendido en el aire años atrás y que esa noche en vísperas de mi cumpleaños le hizo entender a mi padre que yo necesitaba vivir mi niñez y que ahora a él le tocaba darme esa oportunidad.

Después de ese breve recuerdo, giré y quedé mirando hacia la pared. Entonces abracé mi almohada y una lágrima brotó de mis ojos. Después de eso me di cuenta de que hay cosas que sólo pasan una vez. Que ese regalo no lo volveré a recibir. Al menos no de la persona que yo quiero recibirlo. Después de eso me di cuenta de que la vida cambió mucho desde hace un año y que ahora sólo somos tres quienes estamos a cargo de este incompleto lugar.

Entonces me di cuenta de que pasará mucho para que pueda volver a mirarlo a los ojos y decirle que lo quiero. Pasará mucho para que una vez más me llame tan sólo para decirme que me quiere y que soy su “china floja”. Para que me tape un ojo con sus mano y me diga que aún sin un ojo o sin una oreja me querría igual porque soy quien le enseño a ser papá. Porque conmigo aprendió a vivir de otra forma más complicada. Y es que una familia es complicada.

Y así como esa muñeca, él sigue en mi corazón por una sola razón: Porque es la única persona en el mundo que me amaba tal cual era. Me amaba con mis momentos de locura, con mis muchas ganas de dormir, con mi flojera, con mis abrazos desprevenidos y con mis ganas de decir te quiero cada vez que podía. Y yo lo amaba y lo amo todavía.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Porque ya es pasado


No había sentido una tranquilidad tan inusual como la de ayer desde hace mucho tiempo. Las cosas, el entorno, mi familia, mis amigos y hasta yo misma habíamos sufrido un cambio -casi obligatorio- de un tiempo para acá. Me di cuenta de que esas pláticas sin ningún fin jamás habían dejado de gustarme, que las risas instantáneas seguían siendo mis favoritas,que los chistes mal contados aún cambiaban mi estado de ánimo y que seguía adorando - sí, adorando- los abrazos interminables.

Todo seguía siendo como tiempo atrás. Quizá yo no me di cuenta de ello. Quizá esa persona que -como estrella fugaz- pasó por mi vida y se fue - casi huyendo- de ella, había logrado que yo valorase más lo que ya tenía. Quizá ese ser confundido -tanto o más que yo- había aclarado aún más mi mente, mi vida y me habría hecho saber qué tan grandioso puede ser encontrarse por milésima vez con el pasado, con mi pasado.

Quizá en ese momento dudoso en el que decidimos tomarnos de la mano éramos las personas más estúpidas del mundo, pero también éramos los más valientes. Sí, valientes. Porque nadie con dos dedos de frente podía arriesgarse a mantenerse al lado de un desconocido y confiarle su felicidad entera. Yo la confié sin pensarlo. Y le digo desconocido porque hasta el inicio de esa "seudo-relación" lo era. Ahora ya no.

Hoy, después de varias semanas - que fueron casi interminables- puedo decirme a mi misma que soy aún mejor de lo que fui antes. Puedo decirme que con caídas estrepitosas uno aprende y que si alguien está ahí presto a levantarte es mucho más fácil.

Renegué de mi amor frustrado todo este tiempo, de mis fallidos intentos por cambiar a ese "alguien" y hacerlo mejor. Pero me di cuenta de que no él necesitaba ser mejor para ser feliz. Me di cuenta - aunque tarde- que nadie puede ser arcilla en mis manos, que no puedo pretender hacer de la vida de otra persona lo que yo quiera. Dios me permitió hacerlo una vez - con resultados satisfactorios claro está-,pero yo sé que eso no puede repetirse.

Entonces ahora entiendo que debí querer a ese "alguien" así como era, con los tantos defectos que tenía encima y con las miles y miles de virtudes que aún creo que tiene. Porque sí, aún creo en él y en lo que vale por tonto que suene.

Y escribí esto porque hoy puedo mirarlo a la cara y decirle que lo que pasó "ya es pasado". Porque sí que lo es. Y aunque a veces quiera regresar a ese pasado con toda el alma -a pesar de lo frustrante que fue- quiero que sepa que regresaré a él cuando pueda ofrecerle a ese "alguien" sinceramente mi mano amiga y pueda decirle que lo quiero desde lo más profundo de mi corazón (Porque aunque si lo quiero, sé que no es el momento para decírselo). Porque él es de esos protagonistas de vidas extrañas que uno desea que sigan formando parte del presente. Yo sí lo quiero.

PD: Puse el último punto sin que una lágrima brotara de mis ojos y para mí eso es un logro :)


miércoles, 28 de julio de 2010

Ahora


Empecé a creer que aquella sensación de tranquilidad se estaba esfumando de mi vida. Me empezaba a asustar el hecho de que se volviera presurosa y agobiante. Yo no quería eso. No había sacrificado tantas cosas para chocarme violentamente con una vida así.

Sabía que ya te había tomado de la mano y que no quería soltarte. Al menos no por ahora. Yo había asumido las cosas. Había asumido el estar contigo, el darte un beso profundo una tarde, el darte un abrazo sin que te percataras de ello, el decirte que te quería nada más por puro gusto.

Y quizá me empezaba a acostumbrar a eso. Y quizá por eso me enojaba tan sólo pensar en que de repente que las cosas pudieran complicarse. Y que, como siempre, yo iba a tener que intentar solucionarlas.

Solo quería que supieras que pase lo que pase, yo estaré ahí para ti. Porque la promesa de amigos sigue en pie y porque para mí antes que nada eres eso: mi amigo. Ese con el que hablaba horas de horas. Al que le contaba mis mejores secretos y al que le reclamaba sus engaños como si fuera algo más. Por que creo que si lo eras. Siempre fuiste algo más.

Y sabes por qué? Porque yo te quiero. Te quiero de las mil formas en las que se puede querer a alguien.

PD: Ya no más investigaciones a lo Sherlock.. ya me cansé =) (sin más que decir)


sábado, 19 de junio de 2010

Un torpe beso


Habían caminado por un largo rato. Santiago la miró tímidamente por unos minutos y ella solo atinó a sonreír. "Que lindo anillo", le dijo ella. Él parecía ocultarlo, pero ella se las ingenió para sacárselo y ponérselo rápidamente. "Me queda muy grande", le dijo ella. Quizá no era el comentario que debió hacer, pero estúpidamente lo hizo. La pregunta era: ¿Quién te lo dio?, pero la respuesta la asustaba así que prefirió cambiar de conversación. Qué estúpida, se dijo. Y claro que lo era. Había dejado pasar la oportunidad de saber si él ya había encontrado a esa chica perfecta que decía buscar hace mucho tiempo.

Sus manos se acercaron tímidamente a las de ella y se entrelazaron lentamente. Ella estaba nerviosa. De pronto, tenía una sensación de confianza y tranquilidad a su lado. Y era extraño. Entre juegos y abrazos, parecía que el cariño crecía más y más sin que se pudiera controlar. Y cómo controlar algo tan fuerte e inmenso. Ella no quería intentarlo.

-Eres un tonto, lo sabes?
-Sí. Y tú eres una tonta también. Sabes que parecemos unos tontos estando así en la calle.
-Sí. Pero tú pareces más tonto que yo.

Se acercaron casi rápidamente y el rozó sus labios con los de ella. Laura retiró su cuerpo bruscamente, pero Santiago la acercó nuevamente y se dio el beso esperado. Fue tierno, irrepetible y único. Como esos que no recibía hace tiempo. Te quiero mucho, le dijo él. Ella enmudeció.

Pero estaba la duda. ¿Había alguien más? ¿Por qué no quiso que viera su celular o porque no le nombró nada más del anillo que llevaba en la mano? Empezaba a arrepentirse. Si me miente, entonces no valió la pena nada. Todo se iría a la mierda. Él y sus mentiras a la mierda!, se dijo.

"Quiero seguir pensando que es todo lo bueno que me ha dicho que es. Que en verdad me quiere y que el beso no fue por la maldita apuesta ni porque simplemente era el momento. Espero oír algo más de él. No esa pregunta estúpida: ¿Dentro de cuánto te veré?. Como si esperaras que haya otro encuentro para poder besarme sin comprometerte a nada. No conmigo sino contigo mismo" [...], pensó para sí.

PD: Porque fue más que un torpe beso...


lunes, 26 de abril de 2010

Había terminado...

Aquel día el sol ya estaba agonizante y quizá lo que ella sentía también. Entró raudamente al lugar y se encontró con su rostro algo fuera de sí. Una sonrisa anunció su presencia, él giró a verla, pero casi inmediatamente la ignoró por completo. ¿Hice algo malo? Quizá fue lo primero que ella atinó a preguntarse. Cómo entender que la persona que hace sólo algunos meses le dijo quererla ahora se convertía en un ser desconocido. En esa persona con disfraz de malo que ella odiaba. Se sentó en su lugar y decidió pagarle con la misma moneda. Si él ya no desea saber nada de mí, entonces yo tampoco, se dijo.

Algunos días después, ambos personajes se enfrascaron en una conversación cibernética por algunos minutos. Él por su lado, intentó hacerla sentir la persona menos amada de este mundo y ella le hizo creer que eso era lo menos que le importaba. Mentía. Claro que le dolía el que ahora él la mirara con indiferencia, el haber perdido su amistad por algo que quizá nunca debió pasar. Sin embargo, ambos prometieron intentar volver a ser los amigos que fueron antes. Ella quizá dio todo de sí, él parecía haber olvidado la promesa en sólo minutos.

-¿Por qué me odias? ¿Acaso te hice algo malo?
-No. Es que no sé qué me pasa. No puedo ser contigo como era antes. Siento algo extraño que me hace ser así aunque no lo desee.
-No se trata de eso. Se trata de saber que hay algo más importante: nuestra amistad. ¿Tanto es el sacrificio?
-Al parecer sí.
-Sólo quiero que sepas que te quiero mucho. No olvides eso.
-Yo también te quiero aunque no lo pueda demostrar...

Al día siguiente de tan minúscula conversación, ambos volvieron a verse. Ella intentó hablarle, pero lo oyó hablando de alguna muchacha de la que en algún momento estuvo enamorado (o que quizá aún lo está). Retrocedió sin decir media palabra y prefirió alejarse. Su nombre se hacía más común en las conversaciones cotidianas. No había momento en que él no la nombrara y no había momento en que ella no lo odiara cada vez más.

De regreso a casa estuvo pensando en todo lo que había pasado. En las promesas no cumplidas. En las palabras dichas. En las confesiones de amores que ella creía ya se habían extinguido. Ahora sabía que eso ya tenía que terminarse. Que ya no podía pensar en él como una posibilidad de nada. Que lo único que podía hacer era desearle suerte con quien viniera detrás de ella.

Un tumulto de respuestas vino sobre sí sin que se percatará. Habían llegado o quizá siempre estuvieron allí. "Esto ya no tiene sentido. No es lo que yo quería. Ya no intentaré nada más", se dijo en silencio. La historia, al parecer, había terminado.

viernes, 26 de febrero de 2010

Aún


Quizá ya empezaba a creer que me había acostumbrado a no mirarte. A regresar de la universidad y recibir un beso tuyo. A levantarme por las mañanas y no tener a quién decirle "buenos días". A no tener un pecho lleno de afecto en donde apoyarme en mis momentos de derrota. A no poder tomarte de la mano y acariciarla miles de minutos. A no escuchar tus quejas de dolor por culpa de ese maldito monstruo que se apoderó de ti. A no oírte decirme "princesa" cuando deseabas que me aproxime a ti para darte un beso.

Empecé a creer que quizá alguien más quería ocupar tu lugar en mi vida, en nuestra familia. "Los cuatro, siempre los cuatro juntos", esa frase retumbaba una y otra vez en mi mente. Entonces pensaba en si yo de alguna manera dejaba la puerta abierta para que llegara alguien más. Tenía miedo. No era mi intención, pero al parecer ese hueco ahora lleno de soledad clamaba por llenarse de amor nuevamente. Quería ser yo quien lo llenara, quien les diera a ellas ese amor para que no sientan que les quitaron algo.

Haces unos días me levanté con la idea de ser para ellas lo que tú fuiste. Con unas extrañas ganas de darles todo lo que quisieran, como cuando tú estabas aquí. Pero hoy me doy cuenta de que no soy quizá ni la sombra de lo que tú fuiste, que te necesito más que nunca. Que muero de ganas de encontrarte en casa por las noches para poder contarte cómo estoy haciendo las cosas. Que muero por oír tus consejos porque me siento derrotada. Siento que no hago las cosas bien, que no estas orgulloso de mí. Y eso hace que a veces no tenga ganas de dar más. Me faltan tus palabras de aliento. Me falta ese abrazo lleno de amor que solías darme. Me faltas tú.

Te hice una promesa. Lo recuerdo. No podré olvidarla nunca. Por eso hoy - a pesar de que las lágrimas siguen rodando por mis mejillas - me he prometido no darme por vencida. Me he prometido - y te vuelvo a prometer - entregarme al máximo para poder decirte que sigo siendo la chica valiente que sabes que soy. Solo necesito algo: Que no sueltes mi mano porque no quiero perderme.

Porque aún te extraño y porque daría mi vida a cambio de la tuya.